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- LEONARDO DA VINCI
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- Leonardo da
Vinci, según sus contemporáneos, era un personaje discutible y, de hecho
discutido.
- Como pintor estaba
mal visto, porque nunca terminaba las obras que empezaba; como escultor se
sospechaba que había usurpado su reputación, pues no había llegado a
fundir en bronce la colosal estatua ecuestre de Francisco Sforza; como
arquitecto pasaba por un exaltado peligroso; como sabio, decían que estaba
loco.
- A pesar de su
envidia, sus rivales se veían obligados a estar de acuerdo en un punto:
- Leonardo era un narrador
maravilloso, que cautivaba a su auditorio con la elegancia de su palabra y
la originalidad de sus cuentos.
- Cuando hablaba de
ciencia, dejaba con la boca abierta a los sabios; cuando disputaba de
filosofía, convencía a los filósofos; y cuando improvisaba fábulas y
leyendas, se ganaba el favor y la admiración de las cortes.
- Siempre y en todas
partes era el centro de atracción, y no decepcionaba jamás a su auditorio,
gracias a su extraordinaria riqueza de invención. Hoy diríamos que
disponía de una provisión inagotable de historietas y de chistes; pero hoy
estamos en el siglo de los motores, no del arte.
- En el tiempo del
renacimiento esas historietas se llamaban fábulas o apólogos y presentaban
un fondo moral bajo un aspecto literario. En efecto, poco tiempo antes, el
Renacimiento había descubierto los tesoros del mundo clásico; y las
fábulas de Leonardo, casi dos siglos antes que las de La Fontaine, se
enlazaban espiritualmente a las fuerzas de Esopo y de Fedro, de Plionio y
de los “bestiarios” medievales.
- Primero Ludovico de
Moro, Duque de Milán, y más tarde Francisco I, rey de Francia, estuvieron
muchas veces pendientes de los labios de tan brillante narrador.
- Sus fábulas volaban
de boca en boca, sufriendo claro es, las deformaciones propias de toda
tradición oral. Los mal pensados, inútilmente podían rebuscar sus orígenes
en narraciones anteriores: tenían todos que convenir que las fábulas de
Leonardo, con algunas excepciones, eran de su invención.
- Para recordarlas
Leonardo había tomado la costumbre de anotarlas en cuadernos cuyas hojas,
dispersas, al fin acabaron por reunirse en ilustres manuscritos, como el
Códice Atlántico. Leonardo anotaba sus ideas de manera casi telegráfica,
con su misteriosa escritura invertida, pues iba de derecha a izquierda.
- El único y constante
personaje de estas fábulas y leyendas es la naturaleza: el agua, el aire,
la piedra, las plantas y los animales tienen una vida, un pensamiento, una
palabra. El hombre, en cambio, aparece y actúa como un instrumento
ignorante del destino, cuya acción, ciega e irreparable, destruye muchas
veces a vencedores y vencidos.
- “El hombre es el
que estropea todo lo creado”, escribe Leonardo en el libro de las
Profecías, y nunca como hoy, en la larga historia de nuestro planeta, una
afirmación a sido más verdadera y trágicamente actual.
- Fábulas y Leyendas
tienen siempre, para Leonardo, un estímulo y un fin moral. Los tordos que
se alegran porque el mochuelo está encerrado en la jaula, no saben que
esté servirá de reclamo para hacerlos caer en la trampa. “Dicha – añade el
artista – para aquellas tierras que se alegran de perder la libertad a sus
mayores, con lo cual ellas, después, pierden su ayuda y quedan atadas al
poder de su enemigo, pidiendo la Libertad y muchas veces la vida” (Atl.
117 r.b.).
- La libertad para
Leonardo, era el bien supremo de la existencia.
- El sólo entre todos los
artistas de Florencia, había comprendido, ya de joven, la sutil insidia
escondida en el paternal e iluminado mecenazgo de Lorenzo el Magnífico; y,
a su vez Lorenzo, un poco por ayudarle, y otro poco por alejarte, le había
mandado a Milán, con Ludovico el Moro.
- “El jilguero da de
comer hierba venenosa a sus hijos enjaulados. Antes muertos que privados
de Libertad” (H. 63 v.).
- Este ejemplo de una
pequeñísima anotación. Exactamente, contiene el núcleo de fábula: la
definición del protagonista, la sustancia del hecho, la sentencia moral.
- Sobre cañamazos de
este género – aunque más grandes -, Leonardo improvisaba, sus narraciones,
con abundancia de sugerencias o exigencias basadas en el lugar o en los
presentes.
- La leyenda del
jilguero que prefiere matar a sus hijos antes que verlos prisioneros para
toda la vida, circula todavía hoy, patética y anónima, por la compañía
toscana, aunque nadie conoce su remota e ilustre paternidad.
- Un día, en Milán, un
cardenal que había ido a ver al Cenáculo pidió al pintor que le dijese
cuanto le daba Ludovico por sus servicios.
- - Quinientos ducados al
mes – contestó Leonardo.
- El prelado no pudo
esconder su escandalizado asombro por tanta magnificencia, y se marcho
inmediatamente. Entonces artista, para tranquilizar a sus ayudantes, contó
dos apólogos, uno de Apeles y Gerión y el otro sobre Filippo Lippi. Matteo
Bandello, joven novicio de Santa María de Gracia, los oyó y muchos años
después convirtió aquellos apólogos en novelas.
- Pero, de aquel
tiempo, sólo pocos eruditos han recordado a Leonardo narrador.
- Han pasado casi cinco
siglos y de aquellas fábulas, que circulaban por las cortes y las plazas
de Italia y Francia, quedan solamente algunos cuentos populares –
toscanos, lombardos y franceses – y los breves apuntes de los códices
leonardescos: el Códice Atlántico, con la mayor parte de las “Fábulas”, y
el Códice H, con el número mayor de “Leyendas”.
- Sin embargo, nuestro
siglo, que por fin ve al hombre volar como los pájaros y emigrar hacia
otros planetas, es también el del redescubrimiento de Leonardo. Las
máquinas de nuestra civilización, desde la bicicleta al aeroplano y al
submarino, nacieron en la fantasía y el cálculo de aquel gran solitario, y
la ciencia, como observación de la naturaleza, tiene en Leonardo a su
padre espiritual.
- Somos nosotros, por
lo tanto, sus verdaderos contemporáneos.
- Aquellas “locuras” -
como las llamo Vasari – son nuestras conquistas científicas, aquellas
“extravagancias” son los objetos que han entrado ya en el uso diario.
- Y hasta sus palabras
se vuelven actuales.
- “Aunque – escribió el
artista -, al no ser yo literario, algún presuntuoso creerá razonable
censurarme alegando que yo soy hombre iletrado” (Atl. 119 v.a.)
- Bien al contrario, a
aquel hombre iletrado nada podría reprochársele.
- Aquí veras algunas de
las “”
y las
“”
de Leonardo da Vinci.
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- Leonardo da Vinci
nació el 15 de abril de 1452 en el pueblo toscano de Vinci, cercano a
Florencia. El gran maestro florentino fue uno de los grandes artistas del
renacimiento, autor de “La Gioconda” o “Mona Lisa” (1503-1506, Louvre,
París); “La última Cena” (1495 a 1497), la Virgen de las rocas y Santa
Ana, la Virgen y el Niño (1506-1513), y descolló como pintor, escultor,
arquitecto, ingeniero y científico.
- No sólo fue un
eximio artista, sino que sobresalió también como inventor, anticipando
muchas invenciones de los siglos siguientes.
- Pasó sus últimos años en
el castillo de Cloux, cerca de Amboise, en el que murió el 2 de mayo de
1519.
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